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Los peces no existen

Decía el famoso biólogo evolutivo Theodosius Dobzhansky, uno de los padres de la teoría de síntesis evolutiva que aunó los conocimientos proporcionados por Darwin con las leyes de la herencia mendeliana, que «en biología nada tiene sentido, si no es a la luz de la evolución». La clasificación de los seres vivos ha dado muchas vueltas a lo largo de la historia de la biología, pero desde hace siglos, los vertebrados se han dividido en cinco clases: mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces.

Sin embargo, estas cinco clases se desdibujan si se dejan de considerar las especies como meros compartimentos estancos y se acepta su carácter evolutivo y variante. La curiosidad y el avance científico ha permitido hacer múltiples descubrimientos que han transformado la clasificación clásica de los seres vivos, basada en rasgos morfológicos, en una forma de clasificación más natural, basada en las relaciones filogenéticas entre los distintos grupos.

Desde esa perspectiva, hallamos que las aves, en realidad, forman parte del grupo de los dinosaurios, y estos tradicionalmente se clasifican, a su vez, dentro de los llamados ‘reptiles’. Así mismo, los antepasados de los mamíferos, animales llamados sinápsidos, y que tradicionalmente se consideraron reptiles —recibían el nombre de ‘reptiles mamiferoides’— en realidad quedan fuera de este grupo.

¿Cómo que los peces no existen?

Es comprensible el rechazo ante una afirmación tan categórica como ‘los peces no existen’. Al fin y al cabo, basta con pasar por una pescadería o ver un acuario para constatar lo contrario: la trucha, la sardina, el tiburón o la lamprea son animales reales, existen. En efecto, todos esos animales se enmarcan en lo que tradicionalmente se considera como ‘peces’.

Una aseveración tan arriesgada, demanda una explicación que la encontramos en el estudio mismo del proceso evolutivo.

En biología, hay una norma inquebrantable cuando se establecen grupos con base en la filogenia: debe conservarse el monofiletismo. El monofiletismo dicta que, dado un ancestro, todas las especies que descienden de él, pero solo aquellas que lo hacen, pertenecen al grupo de dicho ancestro. Para comprender este concepto, es mejor establecer algunos ejemplos.

El grupo que llamamos ‘aves’ es monofilético, pues todos los animales que llamamos ‘aves’ descienden de un mismo ancestro, y todos sus descendientes pertenecen al mismo grupo ‘aves’.

Si alguna especie trata de infiltrarse en un grupo con el que no comparte ancestro, decimos que el grupo es polifilético; por ejemplo, si establecemos un grupo que incluya aves y murciélagos, pues los murciélagos no descienden del mismo ancestro que las aves, sino que pertenecen a otra rama evolutiva. Por otro lado, se denomina parafiletismo cuando se considera a un ancestro y parte de su descendencia, pero se excluye a otra parte; por ejemplo, si se excluye a las aves del grupo de los reptiles, pues el último ancestro común de cocodrilos y lagartos lo es, también, de las aves.

En biología evolutiva, los grupos polifiléticos y parafiléticos son incorrectos, y deben rechazarse al establecer filogenias. Solo los grupos monofiléticos son grupos válidos. Y por eso, aunque la trucha, la sardina, el tiburón y la lamprea existen, ‘los peces’ no existen.

Tomado de: https://www.muyinteresante.es/naturaleza/60068.html